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Campeones en Tandil

CQC (Regional 2014)

En el primer Regional, con un Cristian Pérez intratable, CQC no ganaba partidos… se devoraba rivales. El adversario que mejor se le plantó y más lo complicó fue “El Equipo del Tío” que con Cako Manna le presentó batalla, por pasajes, de igual a igual. Fue 4-2 el final. Ya en semis, CQC se deglutió a Villanos (Ayacucho) con paseo y logró lo propio con Juventud Cristiana en la final -lo apabulló 8 a 0-. Un Juventud que llegó golpeado por el tumulto innecesario de semifinales y casi que jugó sabiendo, de antemano, que no tenían posibilidades de consagrarse. A los ayacuchenses les pasó algo similar: en pocos minutos de la semi entendieron que no tenían nada que hacer ante estas bestias. Cristian Pérez fue escogido el mejor jugador del torneo, venía de jugar con Santamarina en el Argentino A y su nivel era de otra categoría. Potente, talentoso, con un potrero que lo lleva en la sangre, juega con todas las partes del cuerpo porque es un tipo tan ducho de fútbol que sabe que en el reducido hay que apelar a cualquier recurso. Y, claro, tiene con qué. Lo que casi nadie. Suele hasta hacer pases con el pecho con la misma efectividad que si los hiciera con la cabeza o el pie. Un verdadero crack. “El Maradona de la Copa”, sin dudas. Ganador nato, empuja siempre a su equipo así vayan goleando. A semejante jugador, CQC le sumó un golero como Lucho Vitullo, que es sobrio. En el fondo contó con Claudio Fuentes, un zaguero central fuerte y sólido. Coherente con el equipo también en lo aguerrido. Porque si hay algo que nunca le va a faltar a este equipo es garra. Eso no se negocia. En el medio Gastón “Flaco” Romera, “Burrito” o “Amarillo” Corrado y Cristian Gallardo tienen un ritmo tan dinámico que les daba un plus, no les mentimos, de por lo menos segundos de ventaja en cada jugada. Es decir, CQC jugó “sobrado”. Dicen sus adversarios que los han enfrentado que este equipo lo tenía todo, como los grandes equipos. Fútbol de sobra pero cuando el partido cobraba otro valor, el de la garra, cuando entraba en zona de batalla… ahí es cuando más afloraba la verdadera esencia de estos campeones.

Video del partido completo que coronó a CQC:

La Caravana Mágica (Regional 2015 y 2016)

“El fútbol es un deporte donde juegan once contra once durante 90 minutos y, al final, siempre gana Alemania”. La frase del inglés Gary Lineker es una gran verdad en el sentido de la esencia de los competidores. Porque Brasil es más ganador que Alemania en el fútbol, pero ambas son y serán potencias indiscutibles. En el fútbol, si bien lo que lo hace hermoso es su terrible carácter de impredecible (ya lo dijo Panzeri: “dinámica de lo impensado”), también lo pondera como el mejor deporte del mundo –de todos los tiempos- que haya esencias y tradiciones que conviertan a los más obstinados y apasionados en los mejores eternamente. Eso se llama mística. Brasil, Alemania, Italia, Argentina y, quizás, en menor medida, España, Uruguay, Inglaterra u Holanda siempre serán protagonistas. Porque se lo merecen desde el sentimiento. Lo sienten de una manera particular y se merecen ser los más ganadores. Bueno, salvando las distancias, La Caravana Mágica es de esos equipos que envuelven una mística especial, son un grupo humano tan esencial, que disfruta tanto de compartir entre ellos ya sea un partido o un asado que mientras mantenga esa mística, su éxito será eterno. No importa cuánto ganen… ellos ya ganaron. Y no por nada, hasta el momento, son los más ganadores. Los títulos son la mejor yapa para un equipo que desde ya no es sólo amistad: porque tiene a un goleador de raza que bien podría jugar en cualquier lugar si se entrenara, pero pareciera que prefiere hacerlo siempre en forma amateur. Y entre sus amigos, resalta como nunca. Aparece cuando tiene que aparecer. Nunca olvidaremos la cara de los muchachos del Pipa de Junín cuando se les dijo que el “crack” de La Caravana era el “9”. Lo miraron como diciendo “¿este Gordito…?”. Y, al término del encuentro, lo reconocieron. “Gira y te emboca. Es tremendo”. Hay un golazo de Porta que lo pinta de cuerpo entero, la controló de espaldas y con el mismo toque de control se la movió para su pierna menos hábil, la  zurda y pum: la clavó literalmente en un ángulo. Un golazo de ensueño, impensado, como sólo un goleador de raza que tiene el arco tatuado en el alma puede lograrlo. Piensen ustedes (o busquen el video, si quieren…) lo difícil que es lograr con un solo toque girar y pasar de estar de espaldas a de frente y dejarse la pelota perfilada. Hasta ahí, complicado. Pero luego clavarla con violencia en un ángulo con tu pierna menos hábil… esa sí que te la encargo.

A semejante animal del gol, La Caravana Mágica le agrega, por ejemplo, en la valla, históricamente, a Ignacio Triviño. Golero de Independiente de Tandil con chapa. Ganador de los intuitivos. En el fondo históricamente pasaron varios zagueros que conocen el puesto. Desde Pedro Peralta y Nacho Mesa, pasando por Emi Cadona hasta Beto Camio y Néstor “Cabezón” Rubilar. Todos de personalidad potente. Domadores de leones. En el medio La Caravana siempre se lució por tener carrileros. Un equipo súper pragmático. De ir a los bifes. Que el mediocampo sea literalmente de transición. Nada de viri-viri, si hay tiki tiki que sea vertical. Quizás la mejor versión la encontraron con Rusito Delahorca por una banda y Esteban Gallego (ex CQC) por la otra, sumada a la claridad y visión conceptual en el contexto del vértigo que le supo dar Jorge Weinman. La Caravana suele ser un equipo letal que tiene muy pero muy claro su estilo de juego. Con el tiempo, se le agregaron condimentos como, por ejemplo, el de Leandro Casco, alías “Casquito”, que supo mamar la esencia del grupo desde “pendejo” y un día llegó al gran campeón para quedarse.

La Caravana ganó su primer Regional (2015) ante otro de los grandes de este torneo: Manchester Matambre, que llegó diezmado de jugadores y apesadumbrado por los calores y no pudo resistir, en la final, el vértigo de los campeones. Eran épocas donde los tandilenses ganaban por inercia. Era tal el potencial de la Copa a nivel local, que resultaba más complejo salir campeón de la A-1 que alzarse con El Regional. De hecho, hasta 2016, fue una constante que se proclame campeón a nivel regional-nacional aquel monarca tandilense que se acababa de coronar a nivel doméstico. Ejemplos: CQC ganó El Clausura de 2014 (en la segunda mitad del año) y de arrebato se llevó puesto el Regional. La Caravana logró lo propio en los Clausura´s 2015 y 2016 y con esa misma inercia vencedora levantó el trofeo máximo. Era, hasta ese entonces, lo cantado que el campeón tandilense se adueñe de todo lo demás. A tal punto que en las semifinales del 2015, de cuatro planteles… tres eran tandilenses (Manchester Matambre –finalista- y Los Reyes) y en 2016 lo mismo (Intocables y Natalia Natalia –finalista-) con una salvedad que no es menor: a La Caravana, en ambos años, le tocó ser verdugo de su par coterráneo que, siguiendo la misma línea, eran los adversarios más bravos.

En el Regional de 2015 lograron clasificar Los Reyes (Tandil), Pipa F.C (Junín), Los Villanos (Ayacucho), Juanito Alcachofa (Tandil), Mamarracho (Mar del Plata), Manchester Matambre (Tandil) y K-City (Ayacucho). En 2016, estuvieron presentes Cuidado con los Perros y Termas Huinco (MdQ); Tuca Fest, Intocables, Natalia Natalia, La Caravana Mágica (Tandil); Pipa (Junín); K-City y La Resaca (Ayacucho).

Caravana, en ambas finales, goleó y Lucas Porta se coronó  como goleador y mejor jugador del torneo en sendos acontecimientos. Una bestia.

Caravana campeón 2015:

Compacto:

Partido completo:

Caravana campeón 2016:

Compacto: 

Partido completo:

La Espiga (Nacional 2017):

El combinado de Glew marcó, sin dudarlo, un antes y un después en esta competencia. ¿Por qué? Porque hasta ese momento, el nivel de amateurismo era de índole “casero”, llamémosle. Los torneos que traían a sus campeones, eran competencias bien genuinas de ciudades pequeñas con la salvedad de la Copa Cosa de Serranos que, si bien es tandilera y la ciudad de por sí no es “guau” en densidad poblacional (140 mil habitantes), dada la cantidad de equipos participantes (174 planteles en su momento, con 25 en lista de espera), actualmente son 140 en 8 divisiones distintas, la categoría de los campeones evidenciaba otro “status”. Por eso en cada Regional-Nacional, Tandil ganaba caminando metiendo casi siempre a 3 de los 4 semifinalistas. Es que la “A” serrana tiene en casi todos sus planteles a jóvenes que juegan en la primera de la Unión Regional de Ligas (liga tandilense fusionada a otras de ciudades cercanas). Pero en Mar del Plata primero a mitad de año con la consagración de “Consagrados”, que tuvo la suerte de cruzarse con un campeón tandilense diezmado (Natalia Natalia) y otro combinado serrano que no era de los campeones (El Rejunte de los jueves y que así y todo arribó a semifinales) ya se empezaba a vislumbrar que Tandil no siempre se iba a imponer. Y La Espiga, un equipo del conurbano con todo el peso de competir en cientos y cientos de torneos por dinero, con una chapa y un oficio de otro nivel, realmente demostró que en la Copa Nacional de Campeones, desde ese diciembre tandilense, el torneo se había expandido para nunca más volver a achicarse.

Con un arquero (Diego Córdoba) que te impresionaba con su mera estampa (atajando en la Primera C) y un jugador profesional que se había tomado unos meses sabáticos para jugar con sus amigos mientras su representante negociaba con distintas entidades como Erik Aparicio, el combinado campeón de la Copa del Rey de Longchamps, pero oriundo de Glew, arrasó. El único que le hizo fuerza fue el emblemático CAVI (Club Atlético Villa Italia), uno de los planteles tandilenses con más historia en el fútbol reducido de la ciudad. Le jugó de igual a igual y lo perdió en el final (5-8). El Embarcadero, otro de los grossos pero de Ayacucho, se vio ampliamente superado por el oficio de los glewenses (7-3) que clasificaron como primeros a cuartos de final y en dicha instancia “atendieron” a Deportivo Estrella (7-2) de Olavarría con una holgura fenomenal. En el primer tiempo, la cosa ya estaba resuelta.

Todos pensábamos que a medida que la instancia crecía, ellos iban a encontrar mayor resistencia. Y fue así, pero muy levemente. Apenas si los inquietaban en algún pasaje del partido. Férreos en la marca, se hicieron siempre dueños de la pelota y hasta con tiempo de sobra. ¿Vieron esos encuentros en los que un equipo tiene una marcha más y regula de principio a fin los tiempos de un encuentro? Bueno, así se vio a La Espiga en El Nacional de Tandil. En semis se deshizo de Citi de Rosario (4-1) que había dado el batacazo ante el último campeón “Consagrados” y en la finalísima, cuándo no, se las vio con uno de los grandes tandilenses, Intocables, pero impuso su marcha y goleó también 4-1. Uno de los referentes del combinado finalista, suspiró entre dientes al cabo del cotejo, “si empiezan a venir equipos de este nivel, nos tendremos que conformar con pelear por la ronda de plata”. Realmente el nivel de La Espiga estuvo uno o dos escalones por arriba del resto y eso que en el fútbol es muy difícil de lograr. Pero se nota que los combinados del conurbano están acostumbrados a un ritmo de competencia más vertiginoso porque Talleres de Longchamps también se llevó la corona de Plata.

De La Espiga contar que rompía líneas con una facilidad llamativa y que sus delanteros, incluyendo sobre todo a Aparicio, generaban espacios en muy pocos metros. “Nunca vimos a un jugador desmarcarse en espacios reducidos con tanta facilidad. Parece un fantasma, está en un lugar y de golpe aparece solito en otro lado. Realmente increíble”, comentaba Marcos Liñeiro, uno de los comentaristas del torneo. La marca de los hermanos Catán es, por momentos, insuperable. Firmes, sólidos, dos verdaderos sabuesos. Sobre todo Héctor. Hacen todo con criterio, hasta raspar, porque raspan cuando tienen que raspar y si se comen algún codito de más, no reaccionan mal. Saben que el partido les dará revanchas. Realmente estos tipos parecen “profesionales dentro del amateurismo”, si vale la paradoja. Y entre Erik Aparicio, que te rompe cualquier marca, y el tremendo oportunismo de Alejandro Achingo, sumado a un mediocampo que maneja muy bien las transiciones de ataque-defensa y viceversa, el torneo coronó a un campeón que promete volver y a quien no será fácil mover del trono.  ¿Qué más se le puede pedir a un torneo amateur?

La Copa de 95 cm con el “grabado” de los equipos campeones del Nacional.

Los chicos de La Espiga, que saben de torneos, gozaron de los masajistas, gozaron de un botellón gigante de 6 litros de champagne Chandon, del tremendo trofeo que se llevaron a su casa, pero además de quedar tatuados en una copa que es un sueño por su dimensión, ya que mide 95 centímetros de alto y, al estilo challenger, los tendrá grabados de por vida. Y, como si fuera poco, se adueñaron de una moto cero kilómetro y premios individuales zarpados. Insistimos: ¿qué más se le puede pedir a un torneo amateur?

El compacto de la final:

La final completa:

MB Eventos y Talleres (Nacional 2019):

Con el Nacional de diciembre 2018 pasado al fin de semana de Carnaval de 2019, fue tal el auge que logró el torneo que 45 equipos se tuvieron que dividir en una especie de dos nacionales paralelos.

En una de las rondas, aparecieron -por sorteo-, la mayoría de los grandes candidatos. Además de La Espiga de Glew, competían Consagrados de Olavarría, Focusín y Arrayán Norte de Chile. Pero la sorpresa fue impresionante: ¿quién diría que un equipo de Ayacucho iba a quedarse con la Copa de Oro? MB Eventos en silencio realizó un campañón y se llevó la tapa principal del torneo, con dos héroes como el arquero, Mauricio Palle, y el “10” Juan Pablo Etcheverry.

Golearon a Chelsea de Rosario y Mariano Moreno de Longchamps en fase de grupos y después dejaron a un “gigante” local afuera en cuartos de final, como Intocables -subcampeón de la edición 2017-. En semis golearon 5-2 a Los Dieguitos de Rauch y en la final hicieron historia: le sacaron la corona al último bicampeón. La Espiga lució acorralada durante toda la final, la llegó a empatar sobre la hora pero en los penales no fue efectivo. La gloria fue para Ayacucho en una jornada inolvidable (ver nota completa).

Talleres de Longchamps, por su parte, realizó también un campañón y fue el mejor de la ronda de 21 equipos. Tuvo una fase de grupos muy sólida en la que no le cometieron goles, y supo imponerse con presencia en los duelos directos.

En el arranque golearon 5-0 a Sin Dramas de Ayacucho mientras que luego vencieron bien 3-0 a Borussia de Rosario. En cuartos de final, superaron un escollo muy difícil como Herrería Daniel Hilguera de Balcarce (4-3), mientras que en semifinales dieron la muestra clara de que estaban para campeones.

Les tocó enfrentar al supercampeón local, La Caravana Mágica, y sin su único arquero, que había llegado a la segunda amonestación. Mauro Segovia, zaguero central, se puso los guantes y fue héroe: tapó 4 de los 5 penales que le patearon en la tanda definitoria y metió a su equipo de manera increíble en la gran final. Allí, se encontraron con el subcampeón de la edición anterior en Mar del Plata, Termas Huinco, y controlaron el partido de inicio a fin. Fue un 3-1 categórico que les dio su merecida estrella, segunda en Copa Nacional ya que había logrado una de Plata en Tandil 2017. Su máxima figura en el torneo fue el capitán y número 5 Nicolás Tévez (ver nota de su consagración).

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